Cuando estamos los médicos ante una persona enferma que ya no tiene esperanza, que está muy triste, sin motivaciones, sin sentido, sin horizonte, decimos: “Ya no quiere vivir, va a morir”. Aunque tenga aquel enfermo todos los medicamentos y tratamientos, sin deseos, sin motivaciones, no será posible sanarlo, va a morir, ha decidido “dejarse morir”.
El Pueblo de México sufre de muchas enfermedades, tenemos muchas tristezas, muchas heridas, hay un virus amenazante en nuestra vida como nación. Sin esperanza, sin deseos y sin horizonte, es posible que el pronóstico sea muy malo, es posible que nos “dejemos morir” en la desesperanza.
Jesús ante los enfermos reconocerá: “Tu fe ta ha sanado“(Mc 5,34), destaca que aquél enfermo “quiere”, “cree”, “busca”, “¡Qué grande es tu fe!“(Mt 15,28) les dice Jesús a aquella mujer desesperada. También dice el evangelio: “Y ahí no hizo milagros porque no creían en él”. (Mt 13,58) Así pues Jesús provoca la esperanza, la salud, pero está brota del horizonte de la fe del otro.
¿El Papa Francisco nos sanará de nuestras enfermedades? De él no brotará la salud, pero él puede darnos un oxigeno de esperanza. La presencia de Francisco como por arte de magia no hará desaparecerá el virus de la corrupción, de la explotación, del deseo de riqueza, fama y la vida soberbia. Pero de nosotros dependerá el recuperar la salud. Francisco nos dota de horizontes de esperanza, nos ánima, nos invita a creer, a sentirnos hijos e hijas amadas por el Dios Misericordia. Pero desde lo más profundo del pueblo mexicano es que tendrá que brotar la fe, la pasión, el deseo, el ánimo. Sólo desde la fe será posible recuperar la salud.
Sabemos ya en dónde está “encajado” el mal que nos aqueja, sabemos ya de posibles medicinas, pero es necesaria la fuerza de la fe, la certeza de que queremos sanar, de que vamos a sanar. (sin ingenuidades culposas).
El llamado de Francisco nos mueve, nos convoca a la revolución de la ternura, de la comunidad. No llama a un cristianismo real y encarnado, en el que no cabe la mentira, la explotación, el enriquecimiento a costa de otros, la corrupción, etc. ¿Estamos dispuestos a sanar? ¿Quieres sanarte? ¿Qué respondemos?
Como nunca es necesaria la fe. Los cristianos estamos llamados a ser luz en medio de las tinieblas, llamados a resistir a la tentación del “enemigo”, llamados como nunca ser regazos para la juventud, a construir un México en donde nadie tenga que migrar, en donde nadie tenga que aceptar la explotación, en dónde nadie tenga que llorar a sus seres queridos arrancados por la violencia.